La rubeola, también conocida como “sarampión de tres días”, es una infección viral contagiosa que no reviste gravedad y que afecta más que todo a los niños. La rubeola afecta a las glándulas linfáticas del cuello y de la parte posterior de los oídos. Entre los primeros síntomas están tos, fatiga, dolor de cabeza, fiebre moderada, dolores musculares y rigidez, especialmente del cuello. Entre uno y cinco días más tarde aparece generalmente en la cara y en el cuello una erupción rosada que se extiende al resto del cuerpo. La evolución de la enfermedad tarda entre cinco y siete días.

La rubeola es una enfermedad benigna que no produce síntomas distintos de un malestar leve. Muy pocas veces se presentan complicaciones. Sin embargo, contraer la enfermedad durante el primer trimestre del embarazo, es decir, antes de que los órganos del feto estén formados, produce graves defectos de nacimiento. El periodo contagioso de la enfermedad probablemente empieza entre dos y cuatro días antes de que aparezca la erupción, y el virus suele desaparecer de la nariz y de la garganta al mismo tiempo que la erupción desaparece del cuerpo, es decir, entre uno y tres días después de la aparición de los síntomas. No obstante, por el peligro que entraña para las mujeres embarazadas, la rubeola debe considerarse contagiosa desde una  semana después de que esta desaparece.

Muchos médicos consideran que los niños deben ser vacunados contra la rubeola más o menos a los quince meses de edad, y nuevamente unos años después. Es aconsejable que las mujeres que no están embarazadas o que están en edad de concebir también se vacunen.

Tome abundantes líquidos, como agua, jugos y caldos de vegetales. Evite los alimentos procesados y agregue a su alimentación: zinc, Vitamina C, Bioflavonoides, enzimas, calcio  y magnesio.

Descanse mientras la erupción y la fiebre estén activas. Evite el contacto con personas sanas, especialmente con mujeres en edad de concebir y sus hijos, mientras no haya transcurrido una semana desde la aparición de la erupción. Las personas que han tenido rubeola quedan inmunizadas contra la enfermedad de por vida.