El término estrés, proviene del latín “stringere” que significa presionar, oprimir, fue definido por la Real Academia Española como tensión provocada por situaciones agobiantes que originan situaciones psicosomáticas. El término primero se utilizo en física y con ese mismo significado pasó a las ciencias de la salud refiriéndose a las alteraciones psicofísicas del individuo. En este hilo conductor del término estrés, la Sociedad Española para estudio de la ansiedad y el estrés se refirió al enfrentamiento de demandas laborales, sociales y familiares, cuando estas demandas eran excesivas y nos desbordan, llegan a dañarnos.
La Organización Mundial de la salud (OMS) definió al estrés como la respuesta no específica del organismo a cualquier demanda del exterior y estresor al estímulo causante. Has Selye (1907-1982), filósofo y Dr. en medicina y en filosofía austro-canadiense de la Universidad Mc Gill de Montreal, acuñó en 1936 por primera vez el término estrés en la Universidad Montreal, y lo definió como la respuesta biológica inespecífica y estereotipada ante peticiones de energía, sin importar el estresor, manifestada en los cambios en los sistemas nervioso, endócrino e inmunológico.
El estrés se ha convertido en uno de los problemas más graves de la vida moderna, sobre todo en las grandes ciudades, a tal grado que lo podemos considerar un problema de salud pública que nos ha rebasado por sus impactos en la población en general.
El estrés es la respuesta interna, estereotipada e inesperada ante demandas de energía como resultado de cambios acelerados que nos llevan al límite. La prisa, el celular y la vida sedentaria se han convertido en iconos en las grandes ciudades y tal parecería que su organización y funcionamiento se enfrentan ante una racionalidad programática individual en donde mis deseos y mis tiempos no corresponden con la realidad. Todo está en el manejo de nuestras tensiones y frustraciones, pues de esto va a depender nuestra salud mental e integral, pues la posibilidad de manejar tensiones y frustraciones de la vida probablemente sea una de las peores discapacidades de la vida moderna. Entendiendo frustraciones como ese sentimiento de “falla” una y otra vez, entre mis deseos y la realidad, teniendo connotaciones psicoanalíticas.
El estrés como respuesta a peticiones de energía, es inherente a la vida, por lo que no podemos reducir a cero pues significaría la muerte, pero sí manejarlo coexistiendo con él o ignorándolo para que no nos perjudique.
Selye reconocía que el daño es resultado de la manera como respondíamos ante los tensores de la vida. Así podemos responder de manera catatóxica, del griego cata, contra o sintóxica, del griego “syn”, junto. Cuando respondemos de manera tóxica se provocan cambios químicos produciéndose, sobre todo, enzimas destructoras para defendernos de agentes patógenos.
El filósofo estadounidense Walter Cannon en 1922 acuñó el término homeostasis (pertenencia en un mismo estado) y contribuyo en 1932, junto con otros investigadores, con sus estudios de lo que luego llamó Síndrome General de Adaptación. Selye, gracias a la investigación logró completar y nombrar propiamente al SGA, al identificar los últimos dos elementos que faltaban para caracterizarlo: 1) señal de alarma, 2) fase de resistencia y 3) fase de agotamiento cuya prolongación puede causar la muerte súbita y de seguro la muerte lenta.
Cuando estamos sometidos a un estrés constante se pueden producir desequilibrio hormonal y síntomas en varios niveles: 1) físicos: trastornos en sueño, fatiga, náuseas, vómito, dolor de cabeza, palpitaciones y taquicardia, entre otros; 2) mentales: Desconcentración, confusión, desorientación, pánico; 3) de comportamiento: Anorexia, bulimia, comer compulsivo; 4) emocionales: depresión, irritabilidad, enojo, llanto, desaliño.
Es importante saber que el cáncer no sólo está relacionado con la toxicidad del ambiente; también está vinculado con el estrés pues la tensión emocional y su efecto supresor en el sistema inmunológico ha sido muy estudiado en la medicina. Al afectar es estrés, la glándula timo desvía recursos al cerebro, corazón y músculos, desatendiendo a otras partes del cuerpo, incluyendo el sistema inmunológico, vulnerando al sistema defensivo, haciendo al organismo presa fácil de virus, bacterias y desarrollo de células cancerígenas.
También es importante saber que el estrés eleva el nivel de azúcar en la sangre por la adrenalina y la hidrocortisona, a la vez actúa reduciendo el metabolismo de la glucosa de las células.
El estrés crónico puede estimular la sobreproducción de jugos gástricos dañando la mucosa que protege de los ácidos y enzimas digestivas utilizadas para descomponer la comida, destruyendo las paredes del tubo digestivo, ulcerándolas y provocando hemorragias y, eventualmente, la muerte. De la mano puede conllevar a tener problemas digestivos, de la piel y lo más común migrañas.
Orlandini señala citando a Friedaman y Rosenman que existían mecanismos de enfrentamiento y defensas inconscientes vinculadas a tipos de personalidad como la tipo “A”, temperamento colérico y obsesivo paranoide y tipo “B”, tranquilas y no ambiciosas. Orlandini nos propone 7 elementos que constituyen el proceso de la enfermedad por estrés: estructura social; proceso social; estímulo psicosociales; recursos de la personalidad; mecanismos del estrés; desarreglos precursores de la enfermedad y la enfermedad misma.
Un tipo de estrés vinculado más a estresores ambientales y no a inconscientes es el estrés ocupacional o laboral explicado por exceso de trabajo, conflictos, supervisores, etc. Pueden producir infarto, dolor de cabeza, ansiedad o la muerte como en el caso de Japón, en donde más de 10 mil trabajadores mueren por exceso de trabajo.
Tal vez una recomendación para manejar el estrés y convertirlo en un potencial para el desarrollo pleno sería el yoga porque fortalece aparatos y sistemas, además calibra al sistema endócrino.

Fuente: Sexualidad, vida y cambio (Vaquera Gallardo José Saúl)