El magnesio es un catalizador fundamental  de la actividad enzimática y, en particular, de la actividad de las enzimas que intervienen en la producción de energía. El magnesio facilita la absorción del calcio y el potasio. Su deficiencia altera la transmisión  de los impulsos nerviosos  y musculares, y causa irritabilidad y nerviosismo. Suplementar la dieta con magnesio no solo ayuda a prevenir la depresión, los vahídos, la debilidad y el crispamiento musculares y el síndrome premenstrual, sino que también sirve para mantener el correcto equilibrio acido básico (pH) del organismo.

El magnesio es necesario para evitar la calcificación del tejido blando. Este mineral esencial protege el recubrimiento de las arterias del estrés que provocan los cambios súbitos de la presión arterial, y participa en la formación de los huesos y en el metabolismo de los carbohidratos y los minerales. Junto con la vitamina B6, el magnesio reduce y disuelve los cálculos renales de fosfato de calcio. Estudios han demostrado que el magnesio tiene la propiedad de reducir los niveles de colesterol y de prevenir las enfermedades cardiovasculares, la osteoporosis y algunos tipos de cáncer.

Algunas de las manifestaciones de la deficiencia de magnesio son: confusión, insomnio, irritabilidad, mala digestión, aceleración de la frecuencia cardiaca y ataques. La deficiencia de magnesio también puede ocasionar asma, fatiga crónica, problemas pulmonares, síndrome de intestino irritable, hipertensión y paro cardiaco súbito.

El magnesio se encuentra en la mayoría de los alimentos pero, en especial, en los productos lácteos, el pescado, la carne y los mariscos. Otros alimentos ricos en magnesio son: manzana, aguacate, banana, melón, higo, toronja, vegetales de hoja verde, limón, durazno, salmón, soya, berros, granos enteros, trigo, alfalfa, paprika y perejil.

Los requerimientos de magnesio del organismo aumentan con el consumo de alcohol, el uso de diuréticos, la diarrea y los niveles altos de zinc y vitamina D.