El sistema nervioso está constituido por millones de células nerviosas individuales que realizan diversas funciones; una de sus función principal es la comunicación neuronal, recibe estímulos diversos y los traduce en impulsos nerviosos los cuales se conducen a centros nerviosos con el fin de percibir sensaciones e iniciar reacciones motoras.
El cerebro no sólo piensa, aprende y recuerda cosas, también, sin que lo notemos, controla el latido del corazón, la digestión de los alimentos e incluso la cantidad de estrés que experimentamos.
El sistema nervioso consume un 20% de la energía que obtenemos de los alimentos.
Principalmente se alimenta de glucosa y oxígeno, de ahí la importancia del consumo suficiente de carbohidratos, ya que éstos se convierten en glucosa, además, necesita nutrientes básicos como vitaminas del grupo A y B; vitamina E, oligoelementos (litio, silicio, selenio y cromo), minerales (potasio, magnesio y zinc) y ácidos grasos (linoléico y linolénico). Vitaminas; A, C y E combaten directamente la formación de radicales libres. La A se obtiene de las zanahorias, melón, brócoli y espinacas.
La C está presente en los cítricos y el brócoli, pimientos, melón y tomate. Para obtener vitamina E hay que consumir frutos secos y aceites vegetales.
Las vitaminas del grupo B fortalecen el sistema nervioso central y tienen un efecto sedante. Se encuentran en la levadura de cerveza, lácteos, carne, cereales, aguacate, repollo y judías verdes.
Potasio, magnesio y calcio son imprescindibles porque estimulan la reacción orgánica frente a las hormonas que el cuerpo segrega como respuesta al estrés. Por otro lado, tienen propiedades relajantes y mantienen a raya el ritmo cardíaco.
Las frutas, verduras, cereales enteros y carne son alimentos ricos en potasio. El magnesio se encuentra en las verduras, frutos secos, cereales y semillas.
El calcio en tanto, es conocido como “el tranquilizante natural” y desde luego, pocas cosas tienen un efecto tan sedante como beber un vaso de leche tibia antes de acostarse.
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