La vitamina D, que es soluble en grasa, se requiere para que el tracto intestinal absorba y utilice correctamente el calcio y el fosforo. Esta vitamina es necesaria para el crecimiento,  y reviste particular importancia para el crecimiento y el desarrollo normal de los huesos y la dentadura en los niños. La vitamina D protege contra la debilidad muscular e interviene en la regulación de la frecuencia cardiaca. También es importante para la prevención y el tratamiento de la osteoporosis y la hipocalcemia, fortalece la inmunidad, y se requiere para la función tiroidea y la coagulación normal de la sangre.

La vitamina D que obtenemos de los alimentos o en los suplementos, no es completamente activa. Para llegar a serlo, el hígado y luego los riñones deben someterla a un proceso de transformación. Por este motivo, las personas que tienen enfermedades hepáticas o renales corren un alto riesgo de contraer osteoporosis. Cuando la piel está expuesta a los rayos ultravioleta del sol, un compuesto del colesterol que se encuentra en la piel  es trasformado en precursor de la vitamina D. Recibir el sol en la cara y en los brazos durante quince minutos tres veces a la semana en una manera eficaz de garantizarle al organismo un ingreso adecuado de vitamina D.

La diferencia severa de vitamina D puede ocasionar raquitismo en los niños, y osteomalacia, un trastorno similar, en los adultos. Una deficiencia menos severa se caracteriza por pérdida del apetito, sensación de ardor en la boca y la garganta, diarrea, insomnio, problemas visuales y pérdida de peso.

Además entre sus beneficios Científicos de la Universidad de Copenague han descubierto que la vitamina D es crucial para activar las defensas del organismo y que, sin suficiente ingesta de la misma, las células ‘asesinas’ del sistema inmune (las células T) podrían no ser capaces de reaccionar contra las infecciones graves. Este hallazgo sale publicado en ‘Nature Immunology’.

Para que las células T detecten y acaben con los patógenos externos como los grupos de bacterias o virus, las células deben ser primero ‘acactivadas’ para que actúen y ‘transformadas’ para pasar de ser células inmunes inactivas a ser ‘asesinas’ preparadas para localizar y destruir todo rastro de patógenos externos.

Los investigadores descubrieron que las células T cuentan con la vitamina D para activarse y que, ante la falta de esta vitamina en la sangre, pueden permanecer dormidas.

Para que estas células del sistema inmune puedan proteger al organismo de los virus o las bacterias, deben ser primero expuestas a patógenos externos. Esto ocurre cuando son ‘presentadas’ por otras células inmunes en el cuerpo (conocidas como macrófagos) a posibles ‘fragmentos de células’ o ‘rastros’ de patógenos. La secuencia de cambios químicos que experimentan las células T les permite poder activarse y defender al organismo.

Los aceites de hígado de pescado, el pescado grasoso de agua salada, los productos lácteos y los huevos contienen vitamina D. Otras fuentes de esta vitamina son: mantequilla, aceite de hígado de bacalao, hojas de diente de león, yema de huevo, hígado, leche, avena, salmón, sardinas, atún y aceites vegetales, perejil, alfalfa. El organismo también produce vitamina D por efecto de la acción de la luz solar sobre la piel.

 

*Nature Immunology. (2020). Vitamina D para las defensas. 2020, de Nature Immunology’ Sitio web: https://www.nature.com/ni

*Phylli A. Balch. (2000). Recetas nutritivas que curan. New York: AVERY.