El sistema inmunológico es responsable tanto de combatir los microorganismos que causan las enfermedades como de manejar el proceso de curación. Este sistema es la clave para combatir todas las agresiones que sufre nuestro organismo, desde la pequeña cortadura al afeitarnos hasta la multitud de virus que, al parecer, hay en estos días.
El debilitamiento del sistema inmunológico se traduce en mayor susceptibilidad a prácticamente cualquier clase de enfermedad. Entre las señales de que la función inmunológica esta alterada se cuentan fatiga, desgano, infecciones frecuentes, inflamación, reacciones alérgicas, cicatrización lenta de las heridas, diarrea crónica e infecciones que demuestran que algún microorganismo normal del cuerpo está proliferando, como candidiasis sistémica o infección vaginal por hongos.
Proporciónele a su sistema inmunológico cantidades apropiadas de nutrientes para promover su correcto funcionamiento. Entre los más importantes están:
- Vitamina A: Es la vitamina antiinfecciones. Cuando se utiliza bien y en dosis moderadas, esta vitamina raras veces es toxica y es muy importante para el sistema defensivo del organismo.
- Vitamina C: Es probablemente la vitamina más importante para el sistema inmunológico. Es esencial para la formación de hormonas adrenales y la producción de linfocitos. También tiene efectos directos sobre las bacterias y los virus. La vitamina C se debe tomar con bioflavonoides, sustancias vegetales naturales que aumentan la absorción de la vitamina C y refuerzan su acción.
- Vitamina E: Es un antioxidante fundamental y neutralizador de los nocivos radicales libres que interactúa con el mineral selenio y con las vitaminas A y C. La actividad de la vitamina E forma parte integral del sistema defensivo del organismo
- Zinc: Intensifica la respuesta inmunológica y promueve la curación de las heridas cuando se utiliza en dosis adecuadas. También sirve para proteger el hígado. Dosis diarias superiores a 100 mg deprimen la función inmunológica
Empiece una dieta a base de frutas y vegetales frescos (de preferencia crudos), nueces, semillas, granos y otros alimentos ricos en fibra.
Phyllys A. Balch. (2000). Recetas nutritivas que curan. New York: Avery.
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