La influenza, mejor conocida como “flu”, es una infección viral altamente contagiosa del tracto respiratorio superior. Debido a que esta infección se puede propagar fácilmente al toser o estornudar, las epidemias de flu son muy comunes, especialmente en los meses de invierno. Más de 200 virus diferentes producen resfriado e influenza. Como las cepas de estos virus cambian permanentemente, la vacunación contra el flu ha tenido éxito moderado a la hora de prevenir brotes de esta enfermedad.

Los síntomas de flu se parecen mucho a los del resfriado común: dolor de cabeza, fatiga, dolores en el cuerpo y fiebre. Además no es raro sentir un calor insoportable y, a continuación, escalofrío y temblor. La influenza suele producir resequedad de la garganta y tos; también se puede presentar náuseas y vomito. La persona que tiene flu se siente tan débil y tan incómoda que pierde el apetito y la energía.

Aunque el flu casi nunca es peligroso para los adultos saludables menores de 60 años, si vuelve a la persona más susceptible a la neumonía, a las infecciones de los oídos y a los problemas de los senos nasales. Entre las personas mayores de 65 años, las infecciones respiratorias graves, como neumonía e influenza, son la quinta causa de muerte.

Por este motivo, es indudable que la influenza es una infección grave para las personas de edad avanzada.

Los antibióticos no son eficaces para curar enfermedades como el flu. La mejor manera de curarse del flu o de otras enfermedades infecciosas es atacarlas directamente fortaleciendo el sistema inmunológico. Las glándulas adrenales y el timo son el centro energético del sistema inmunológico. Cuando un individuo se está enfermando o cuando está enfermo, su organismo se encuentra bajo los efectos del estrés, y el estrés pone a prueba el sistema inmunológico.

Es importante consumir buenas dosis de vitamina A, Betacarotenos, Vitamina C, Bioflavonoides, Complejo B y selenio.

 

Phyllis A. Balch. (2000). Recetas Nutritivas que curan. New York: Avery.