La cirrosis del hígado es una enfermedad inflamatoria y degenerativa que produce endurecimiento y cicatrización de las células hepáticas. Como la cicatrización del tejido deteriora el funcionamiento del hígado, la sangre deja de circular normalmente a través de ese órgano.

La causa más frecuente de la cirrosis hepática es el consumo excesivo de alcohol. Una causa menos frecuente es la hepatitis viral. La mala nutrición y la inflamación crónica también pueden conducir al mal funcionamiento del hígado.

Algunos de los síntomas de la cirrosis del hígado en sus primeras etapas son estreñimiento o diarrea, fiebre, problemas estomacales, fatiga, debilidad, falta de apetito, pérdida de peso, aumento del tamaño del hígado, vomito, enrojecimiento de las palmas de las manos e ictericia. Cuando la enfermedad ya está muy avanzada se puede presentar anemia, contusiones por sangrado subcutáneo y edema.

Una investigación encontró que las personas que sufren de cirrosis del hígado tienen un desequilibrio de los ácidos grasos esenciales, que son necesarios para proteger las células.

El 75% de su dieta debe consistir en alimentos crudos. Si la cirrosis es grave, consuma solamente vegetales y frutas frescos y sus jugos. Incluya en su dieta legumbres y semillas. Estos alimentos contienen el aminoácido arginina, que ayuda a desintoxicar el amoniaco, un subproducto de la digestión de las proteínas. Obtenga las proteínas en fuentes de vegetales; no consuma alimentos que contengan proteína de origen animal. Como fuente de grasa utilice solamente aceites vegetales prensados en frío. Consúmalos únicamente sin cocinar, como, por ejemplo, en aderezo para ensalada.

Consuma muchos alimentos ricos en vitamina K. Las personas que tienen cirrosis del hígado suelen presentar deficiencia de esta vitamina. Agregue dosis de Complejo B, ácido fólico y B12, Colina, Inositol, Arginina, Cisteína, Metionina, L-Carnitina, Calcio y Magnesio, Vitamina C, Q10, Selenio, Vitamina E, Zinc, Vitamina A y D.

No consuma ninguno de los siguientes productos: grasas, mantequilla, margarina, grasas endurecidas, alimentos fritos, quesos derretidos o duros, nueces o aceites que hayan sido sometidos a temperaturas altas y todos los alimentos refinados y procesados. Estos productos sobrecargan el hígado y le hacen daño. Evite el alcohol en todas sus formas. Elimine también de su dieta los productos de origen animal, los dulces, la leche, pasteles, pimienta, sal, especias, estimulantes de toda clase (incluidas cafeína), el arroz blanco y los productos que contienen azúcar y/o harina blanca.

Mantenga limpio el hígado. Las toxinas se acumulan en ese órgano y deben eliminarse a través del colon y los riñones.