Entre sus muchas funciones, el cobre ayuda a formar hueso, hemoglobina y glóbulos rojos, y trabaja de manera balanceada con el zinc y la vitamina C para producir elastina. El cobre interviene en los procesos de curación, producción  de energía, coloración del cabello y la piel, y sensibilidad a los sabores. Este mineral también se requiere para la salud de los nervios y de las articulaciones.

Una de las primeras señales de deficiencia de cobre es la osteoporosis. El cobre es esencial para la formación del colágeno, una de las proteínas fundamentales de los huesos, la piel y el tejido conectivo. Otras posibles indicaciones de deficiencia de cobre son anemia, calvicie, diarrea, debilidad generalizada, alteración de la función respiratoria y lesiones cutáneas. La falta de cobre también puede aumentar el nivel de la grasa sanguínea.

Un consumo muy elevado de cobre puede ocasionar toxicidad, la cual se ha asociado con depresión, irritabilidad, nauseas y vomito, nerviosismo y dolores articulares y musculares.

Además de que es utilizado en implementos de cocina y en plomería, el cobre se encuentra en gran cantidad en los alimentos. Entre las fuentes alimentarias están: almendra, aguacate, frijol, cebada, brócoli, ajo, lenteja, hígado, hongo, nueces, naranja, rábano, salmón, mariscos, soya y vegetales de hoja verde.

El nivel de cobre en el organismo guarda relación con los niveles de zinc y de la vitamina C. Consumir altas cantidades de zinc o vitamina C reduce el nivel de cobre. Cuando el consumo de cobre es demasiado alto, los niveles de zinc y vitamina C descienden.

 

Phyllis A. Balch. (1997). cobre. En recetas nutritivas que curan(26). New York: avery.

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