El fósforo es necesario para el desarrollo de los huesos y los dientes, el crecimiento de las células, la contracción del musculo cardíaco y la función renal. El fósforo también le ayuda al organismo a utilizar las vitaminas y a convertir los alimentos en energía. Se debe mantener siempre un adecuado equilibrio entre el magnesio, el calcio y el fósforo. El exceso o la insuficiencia de alguno de estos minerales tiene consecuencias adversas en el organismo.

La deficiencia de fósforo no es común, pero puede conducir a síntomas como ansiedad, dolor en los huesos, fatiga, respiración irregular, irritabilidad, entumecimiento, sensibilidad cutánea, temblores, debilidad y cambios de peso.

La deficiencia de fosforo no es frecuente porque este mineral se encuentra en casi todos los alimentos, especialmente en las bebidas carbonatadas. El fósforo se encuentra en cantidades significativas en espárragos, levadura de cerveza, maíz, productos lácteos, huevos, pescado, frutas secas, ajo, legumbres, nueces, semillas de girasol y calabaza, carnes, salmón y granos enteros.

Cantidades demasiado elevadas de fosforo dificultan la absorción del calcio, y las dietas a base de comida chatarra suelen ser las responsables. La vitamina D aumenta la eficacia del fosforo.