La hepatitis es la inflamación del hígado, usualmente a causa  de una infección viral. El hígado aumenta de tamaño, se vuelve sensible al tacto y deja de funcionar normalmente. En consecuencia, las toxinas que deberían ser eliminadas por el hígado se acumulan en el organismo, y se altera tanto el procesamiento como el almacenamiento de algunos nutrientes. Entre los síntomas de la hepatitis están fiebre, debilidad, nauseas, vomito, dolor de cabeza, inapetencia, dolores en los músculos y en las articulaciones, somnolencia, coloración oscura de la orina, coloración clara de la deposición, malestar abdominal y, con frecuencia, ictericia (coloración amarilla de la piel) y aumento de las enzimas hepáticas de la sangre. También se pueden presentar  síntomas parecidos a los del flu, que pueden ser leves o severos.

La hepatitis se clasifica según el virus implicado. En los últimos 15 años, los científicos han identificado los virus responsables de tres tipos de hepatitis, llamadas hepatitis A, hepatitis B y hepatitis C. Hay además, otras clases de hepatitis comunes llamadas hepatitis E, hepatitis no A y hepatitis no B. Todas son contagiosas

La hepatitis A, también conocida como hepatitis infecciosa, se contagia fácilmente mediante el contacto persona a persona, y a través del contacto con la comida, ropa, la ropa de cama y otros artículos. Esta clase de hepatitis es contagiosa entre dos y tres semanas antes de que se presente la ictericia, y una semana después. Cuando el individuo ha sufrido un ataque de hepatitis A, se vuelve inmune a esta enfermedad.

La hepatitis B, también llamada hepatitis sérica, se propaga mediante el contacto con sangre infectada (por ejemplo, a través de trasfusiones con sangre contaminada, o por el uso de jeringas o agujas contaminadas) y algunas actividades sexuales. Se calcula que el 5% de toda la población y hasta el 85% de los hombres homosexuales están infectados con hepatitis B. Sin embargo, la mayoría de los casos de hepatitis B pasan inadvertidos. En aproximadamente el 10% de los casos la enfermedad se vuelve crónica, cicatriza el tejido hepático y vuelve al hígado más vulnerable al cáncer.

La hepatitis C representa entre el 20 y el 40% de todas las hepatitis, y entre el 90 y 95% de las hepatitis que se contraen mediante transfusiones sanguíneas. Actualmente existen pruebas para detectar en sangre donada la presencia de anticuerpos contra la hepatitis C, un importante avance para la seguridad de las existencias de sangre. Sin embargo, como los anticuerpos pueden demorar en desarrollarse hasta 6 meses en la persona que ha adquirido la infección, por ahora es imposible identificar toda la sangre que está infectada. La hepatitis C, también se puede contraer mediante el uso de drogas intravenosas, el contacto sexual, las grietas de la piel y las membranas mucosas.

Aparte de los distintos tipos de hepatitis viral, existe la hepatitis toxica, que es producida por exposición a sustancias químicas, principalmente mediante inyección, ingestión o absorción de toxinas a través de la piel.

Tome jugos verdes, jugo de zanahoria y jugo de betabel. Haga una dieta de frutas y vegetales crudos durante dos a cuatro semanas. Incluya alcachofas, la alcachofa protege el hígado. No olvide consumir buenas dosis de cisteína, metionina, Q-10, Vitaminas del complejo B, colina, inositol, B12, Vitamina C, Bioflavonoides, Calcio, Magnesio, Vitamina E y A.

Evite todas las grasas, azúcar y alimentos muy procesados. Elimine el pescado y mariscos crudos, así como la proteína de origen animal de su dieta. No consuma alcohol.

Para evitar que la infección se propague, el paciente debe permanecer aislado. La persona que cuida al paciente debe lavarse las manos a menudo, al igual que su ropa. La ropa de cama y las prendas de vestir del paciente de hepatitis A, no se debe mezclar con la ropa de los demás miembros de la familia; se deben lavar con agua caliente y con un desinfectante. Debido a que los excrementos son infecciosos, el baño debe descontaminarse con frecuencia. Los inodoros y los pisos se deben lavar con un desinfectante.

 

Phyllis A. Balch. (2000). Recetas nutritivas que curan. New York: Avery.

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